
La visita al Palacio San José, Entre Ríos, era una viaje que mucho de nosotros deseábamos hacer. Cambiar la rutina de un simple trabajo en clase, salir de los aburridos textos para salir a la aventura y recorrer y conocer nuevos lugares.
En el micro era todo pura excitación y gritos; mucha alegría se acumulaba en cada uno de nosotros. A algunos, a medida que pasaba el tiempo, lograba marearnos y sofocarnos tanto viaje. Buscamos la manera de entreteneros ya sea a la ida como a la vuelta.

Al llegar al palacio, se confirmaron nuestras expectativas: era una gran casona llena de lujo y con montones de habitaciones por doquier. Sacamos fotos de todos los rincones del lugar. Hicimos las tareas que nos encomendaron y nos divertimos, por supuesto. Pero todo lo bueno tiene su fin...
Tras unas cuatro horas paseando y conociendo el Palacio, tuvimos que volver. Nadie deseaba irse, todos querían seguir disfrutando el sol a orillas del gran lago que había dentro del terreno del Palacio.
Como suele ocurrir, el viaje vuelta a casa se hizo más rápido que el de ida. A mi parecer, todos estábamos más tranquilos... debía ser cansancio.

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